Cuando se pierden uno o varios dientes, y no son reemplazados a la brevedad, se inicia de inmediato un lento pero progresivo proceso de reabsorción a nivel del hueso maxilar que va mermando en ancho y alto la cantidad de estructura ósea disponible, y necesaria, para la colocación de implantes dentales. “Lo que no se usa se atrofia”, y es precisamente lo que le sucede al REBORDE MAXILAR EDÉNTULO, naturalmente, a consecuencia de la falta de estimulación por ausencia de cargas funcionales. De modo que si transcurre mucho tiempo entre la ablasión dental y la intención de rehabilitación, es muy probable que para entonces ya no exista el suficiente material óseo capaz de garantizar un buen anclaje primario y una adecuada oseointegración de los dispositivos convencionales de titanio, que una vez implantados, deberían funcionar como sustitutos artificiales de las raíces dentarias y sólidos soportes para la fijación de estructuras protésicas.
Afortunadamente en muchos casos, cuando el defecto del reborde es leve y bien localizado, es posible recurrir sin inconvenientes al emplazamiento de INJERTOS autólogos o sintéticos como paso previo o simultáneo a la colocación de implantes dentales. Sin embargo, si la pérdida ósea es muy grande y generalizada, estos procedimientos suelen volverse muy incómodos, complejos, extensos e impredecibles; ya que implican la necesidad de generar una gran herida corporal a nivel de pelvis o cabeza para recolectar tacos de hueso de cresta ilíaca o calota, altas posibilidades de rechazo por la crueldad propia de la técnica quirúrgica y un período de cicatrización tisular que podría abarcar hasta 5 o 6 meses de espera, antes de poder continuar con el tratamiento.
Ante tales eventualidades, es muchas veces preferible olvidarse del maxilar y de los injertos, y fijar los implantes a otros huesos de la región orofacial, siendo por su compacta estructura y cercanía anatómica los huesos MALAR O CIGOMÁTICO (que forma el pómulo) y Esfenoides, los de preferencia. De modo que los Implantes Cigomáticos no son más que dispositivos dentales especiales, mucho más largos que los convencionales (entre 30 y 55 mm. de longitud) y que nos permiten elaborar sin inconvenientes dentaduras fijas aún en los casos de atrofia maxilar severa o avanzada; y es por ello que, en conjunto con los Implantes Pterigoideos (muy similares a los Cigomáticos pero que se anclan a nivel de la sutura pterigomaxilar), se les conoce también en el argot popular como “Implantes Dentales para Pacientes con Poco Hueso”. Y es que en definitiva, la relativa sencillez de su implantación (en relación a la colocación de injertos múltiples), la ausencia de morbilidad de una zona donante y un periodo de curación mucho más corto y favorable para el paciente, sugieren a estos IMPLANTES LARGOS como una alternativa más simple y segura para casos extremos, en comparación con otras técnicas de regeneración ósea e implantología oral.